miércoles, 12 de diciembre de 2007

AMOR SECRETO (cuento en 100 palabras)

Estoy tan triste. He llorado toda la mañana. No puedo explicar cuanto estoy sufriendo. Él me encantaba. Lo veía cada día al salir del Metro, me gustaba mirarlo desde lejos. Admiraba su porte, sus ojos grandes, su elegante traje. ¡Era tan alto, guapo y distinguido!. Por las noches soñaba con él y cada mañana me vestía intentando verme linda al momento de encontrarlo.......Pero hoy ocurrió la desgracia, la enorme tragedia que me atormenta. Al salir de la estación y buscarlo en la esquina de siempre, no lo encontré. En su lugar habían puesto el feo aviso de un nuevo supermercado.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

PASION LITERARIA

Había leído sus libros y me había deslumbrado su forma de escribir. Había visto su foto en la contraportada y me había parecido un hombre demasiado guapo, atractivo y varonil. Nada me importó la argolla matrimonal que claramente destacaba en sus manos.

El era un escritor premiado que ese verano presentaba su más reciente novela en la Feria del Libro y yo me propuse conocerlo y seducirlo. El día de la ceremonia me senté en primera fila con la minifalda más corta de mi closet y todo el escote que me permitía la bronceada piel de pleno Enero. Conmigo llevaba el libro que estaba presentando y el convencimiento de que esa tarde debía salir de allí con algo más que un autógrafo.

Durante todo el acto lo miré con la intensidad desmedida que solamente pueden permitirse unos ojos miopes como los míos, cuando están desprovistos de anteojos, y al finalizar me encaminé hacía la fila que formaban muchas señoras esperando su firma.

Cuando llegó mi turno lo miré de nuevo fijamente y le hice un comentario sobre un pasaje del libro y él al lado de su autógrafo anotó un número de teléfono para que lo llamara y le contara que me parecía el final, cuando acabara de leerlo. Claramente en ese minuto en mi cabeza estaba la idea de acabar con algo más que el libro......Me sentí victoriosa.

Antes de tres días supe de él y a la semana siguiente entraba en mi departamento a las 10:30 de la mañana de un día Martes ( ¿alguien conoce un mejor día y hora para ser infiel? ).

Pasó sólo el tiempo necesario para que yo le hiciera un par de preguntas respecto al libro que escribía en ese momento, él tomara un vaso de agua mineral y yo luego pusiera el disco con la banda sonora de Forrest Gump, cuando lo tenía ya detrás mío, pegado a mi cuello, intentando abrir el cierre de mi delgado vestido rosado de verano.

Este cayó rápidamente al suelo y yo me volví para quedar frente a él, solamente con los pequeños calzones de encaje blanco que llevaba puestos y me miró hipnotizado. Su calentura traspasó toda posible compostura de escritor importante y rápida y hasta torpemente me llevó hacia el dormitorio, donde me dejó caer en la cama.


Rechazó que le diera besos en la boca, diciendo : "tengo hijos chicos, así que no me gusta", por lo que no hubo cariños, ternuras ni nada semejante. Lo que tuvimos durante las 2 horas y media siguientes fue sexo puro, liberador, primigenio, lleno de lamidos, gemidos, sudor y orgasmos, un sexo alucinante, encandilante, majestuoso.

Él no era sólo un guapo escritor premiado, era también un amante diestro y sabio, que exploró cuidadosa y hábilmente mi cuerpo, desde los lóbulos de las orejas hasta la parte interna de los tobillos, mientras yo respondía con placer y asombro a cada nueva caricia, a cada nuevo lamido, a cada nuevo mordico. El me hablaba, me susurraba, me apretujaba y yo gozaba como no recordaba haberlo hecho antes.

Al final, cuando ya era cerca de la hora de almuerzo, puso fin a esta increíble sesión amatoria con un sordo grito en que repitió el titulo de su premiada primera novela, alcanzando el orgasmo más intenso que hasta ese momento había yo visto en un hombre.

Se duchó, tomó un café, buscó un extraviado preservativo inglés que había caído cerca del sofá, que guardó luego en su bello maletín de cuero café y se fue prometiendo llamarme.

¿Volví a verlo?. No, pero durante ese año siguieron varias provocativas conversaciones telefónicas y algunos mensajes dejados en mi contestadora en los que siempre me prometía que estaba a punto de viajar a mi ciudad, promesas que finalmente nunca cumplió.

Me quedaron dos libros autografiados y el grato recuerdo, que vuelve muy seguido cuando veo la foto de su columna semanal, de uno de los mejores sexos que he tenido hasta ahora.